Pedro Pablo
Achondo Moya, sscc
El tercer domingo de Adviento que
recién celebramos corresponde al Domingo de la ALEGRÍA. Así con MAYÚSCULAS.
Pues estamos cerca de vivir, de volver a vivir –rememorar, conmemorar, hacer
memoria viva- el gozo más grande de nuestras vidas: el Nacimiento de Jesús de
Nazaret. Jesús vuelve a nacer en medio de su Pueblo como sacramento –signo- de
Dios, rostro visible del Dios invisible. Y vuelve a nacer, dentro de una
semana, como el pequeño Jesús de La Granja, el niño Jesús de la Yungay, Jesús
de nuestras poblaciones, Jesús de los pasajes, Jesús de la feria libre; Jesús del mundo, entre los sencillos. ¡Qué
gozo más grande! ¡Cuánta alegría y esperanza! ¡Qué tiempos empapados de amor
estamos viviendo! Y vivimos esta alegría en medio de muchas otras alegrías –más
pequeñas, pero muy significativas en cuanto nos remiten a la gran Alegría de un
Dios-con-nosotros. Una de ellas es la
tercera Pascua del buen Ronaldo. Quien siendo un discípulo humilde y
apasionado, nos mostró el camino –con voz de Profeta y Pastor. ¡Cuánta gente
nos ilumina! ¡Nos vuelve a mostrar el rostro de un Dios cercano a los pobres y
marginados!
Que esta semana, última de Adviento, sea una
semana de muchas alegrías, que podamos detenernos un momento entre tanto árbol
luminoso, viejo yanki, y propaganda consumista; que dejemos de lado la vorágine
loca de una sociedad compulsiva y compartamos en familia cuántas alegrías Dios
nos regaló este año que se acaba. Cada pequeña y profunda alegría nos acercan al
Reino de la Alegría sin límites y la libertad plena; que nos da nuestro Buen Dios.
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