10 de diciembre de 2012

EL MENSAJE DE LOS LUNES: Desde la fe, comentando el día a día

MÁS ACLARACIONES SOBRE EL “FIN DEL MUNDO”
Pedro Pablo Achondo Moya, sscc

Seguimos escuchando –por último en tono irónico- aseveraciones sobre el fin del mundo. Me gustaría compartir un par de reflexiones al respecto; en pleno tiempo de Adviento. Como dijimos el lunes pasado, el tiempo de Adviento es una oportunidad para volver a llenar el corazón de esperanza, volver la mirada sobre “la Salvación del mundo” (recordemos el Evangelio del Segundo Domingo de Adviento), cuyo rostro de niño esta pronto a ser revelado nuevamente en el pesebre.

Ni el temor ni creer en un fin desastroso son actitudes propias de la gente de esperanza que somos nosotros los cristianos. Un final triste y desolado no se corresponden con la “esperanza contra toda esperanza” (Romanos 4, 18) que habita en el corazón humano. Nuestra fe es fe en Alguien, en Jesús de Nazaret y junto con Él en el Padre. Todo esto movidos por su mismo Espíritu. Nuestra fe es en un Dios-Amor, un Dios-con-nosotros (Emmanuel) que ama profundamente. Sobreabundantemente; y por ello CREA, SALVA y SANTIFICA. ¿Qué tiene que ver el amor y la fe con un final terrible de destrucción y oscuridad?

Nada. Dios está presente en la historia. Dios camina con su Pueblo. Dios palpita en el interior de cada persona y en el interior de todas las creaturas, entre ellas la propia creación. De esta forma, la historia de la humanidad, con sus luces y sombras, con sus contradicciones atroces y descubrimientos más hermosos camina hacia los brazos de Dios; camina hacia una plenitud. La historia entera y la misma Creación se mueven hacia el gran abrazo final con el Amor infinito de Dios. Ese es el FIN. El sentarnos a la gran mesa de amor, donde nadie queda afuera. Dios nos acompaña hacia ese encuentro definitivo en el amor; para ello nos habla, nos da signos, nos guía –como en el desierto. Dios enseña a caminar a sus hijos e hijas como una Madre que ama desmesuradamente a su creatura pequeña.

Que nuestra fe madure, que nuestra esperanza se construya sobre roca, que nuestro amor se comparta alegre y confiadamente hacia los hermanos y hermanas. No escuchemos a los falsos profetas de siempre –actual artilugio mediático para ganar rating hoy. Escuchemos más bien a un Dios que trae Buenas Nuevas para su Pueblo, signos de Salvación para sus pobres. De esa familia nosotros somos. Toda la humanidad.

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