MÁS ACLARACIONES SOBRE EL “FIN DEL MUNDO”
Pedro Pablo Achondo Moya, sscc
Seguimos escuchando –por último en
tono irónico- aseveraciones sobre el fin del mundo. Me gustaría compartir un
par de reflexiones al respecto; en pleno tiempo de Adviento. Como dijimos el
lunes pasado, el tiempo de Adviento es una oportunidad para volver a llenar el
corazón de esperanza, volver la mirada sobre “la Salvación del mundo”
(recordemos el Evangelio del Segundo Domingo de Adviento), cuyo rostro de niño
esta pronto a ser revelado nuevamente en el pesebre.
Ni el temor ni creer en un fin
desastroso son actitudes propias de la gente de esperanza que somos nosotros
los cristianos. Un final triste y desolado no se corresponden con la “esperanza
contra toda esperanza” (Romanos 4, 18) que habita en el corazón humano. Nuestra
fe es fe en Alguien, en Jesús de Nazaret y junto con Él en el Padre. Todo esto
movidos por su mismo Espíritu. Nuestra fe es en un Dios-Amor, un
Dios-con-nosotros (Emmanuel) que ama profundamente. Sobreabundantemente; y por
ello CREA, SALVA y SANTIFICA. ¿Qué tiene que ver el amor y la fe con un final
terrible de destrucción y oscuridad?
Nada. Dios está presente en la
historia. Dios camina con su Pueblo. Dios palpita en el interior de cada
persona y en el interior de todas las creaturas, entre ellas la propia
creación. De esta forma, la historia de la humanidad, con sus luces y sombras,
con sus contradicciones atroces y descubrimientos más hermosos camina hacia los
brazos de Dios; camina hacia una plenitud. La historia entera y la misma
Creación se mueven hacia el gran
abrazo final con el Amor infinito de Dios. Ese es el FIN. El sentarnos a la
gran mesa de amor, donde nadie queda afuera. Dios nos acompaña hacia ese
encuentro definitivo en el amor; para ello nos habla, nos da signos, nos guía
–como en el desierto. Dios enseña a caminar a sus hijos e hijas como una Madre
que ama desmesuradamente a su creatura pequeña.
Que nuestra fe madure, que nuestra
esperanza se construya sobre roca, que nuestro amor se comparta alegre y
confiadamente hacia los hermanos y hermanas. No escuchemos a los falsos
profetas de siempre –actual artilugio mediático para ganar rating hoy.
Escuchemos más bien a un Dios que trae Buenas Nuevas para su Pueblo, signos de
Salvación para sus pobres. De esa familia nosotros somos. Toda la humanidad.
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