19 de noviembre de 2012

EL MENSAJE DE LOS LUNES: Desde la fe, comentando el día a día

¿EL FIN DEL MUNDO?
Por Enrique Moreno Laval sscc

Cada cierto tiempo, a los agoreros de siempre les gusta hablar del fin del mundo. Algunos programas de televisión los presentan como predictores infalibles de algo que algún día sucederá,pero naturalmente, sin que nadie sepa ni el día ni la hora. ¿Se trata de un mecanismo comunicacional para cautivar a un público ingenuo? Es posible. De paso, se crea confusión y se infunde temor.

Habría que combatir esa mala tendencia a poner la atención excesivamente en lo que podría ocurrir en un futuro incierto, desatendiendo lo que hay que vivir en este presente de cada día. Porque, consciente o inconscientemente, podríamos ir evadiéndonos de lo único real. Y este mecanismo de huida, de fuga del día a día, tan solo nos excluirá de la responsabilidad que tenemos de construir, aquí y ahora, ese mundo más humano que nos pide el Dios de nuestra fe. En este sentido, esas corrientes cristianas que enfatizan una atención temerosa puesta en ese “fin de mundo” terrible y temible, son sumamente peligrosas.

“Cada día tiene su propio afán” –decía Jesús. Y para un seguidor suyo no existe otro afán mayor que buscar la justicia de Dios y de su reino en esta tierra, mientras vamos esperando activamente la plenitud de la Vida. En el seguimiento de Jesús no hay cabida para el temor sino para la esperanza. Y esa esperanza la vamos forjando día a día aproximándonos, como Jesús, al pobre, al marginado, al excluido de cada tiempo y lugar; haciendo nuestra la causa de los desesperanzados de la historia.

En el texto del evangelio del reciente domingo (18 de noviembre, Marcos 13, 28), Jesús nos hablaba de signos primaverales llenos de esperanza: la higuera anuncia ya en sus brotes que el tiempo de la cosecha, el verano, está cerca. “Algo nuevo ya está naciendo, ¿que no lo notan?” –decía el profeta a sus contemporáneos (Isaías 43, 19). Cuando seamos capaces de percibir estas cosas y de jugarnos enteramente por ellas, “el fin estará cerca”, pero no un final terrible y desastroso, sino un final maravilloso, lleno de vida abundante y plena. No temido, sino profundamente anhelado. Despreocupémonos de esa obsesión por aquel remoto y futuro fin del mundo, y preocupémonos más bien por vivirel final de cada día en el amor apasionado de Jesús.

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