UN AÑO DE LA
FE
Por Enrique
Moreno Laval sscc
Hace pocos días, el 11 de octubre de 2012, el
papa Benedicto XVI inauguró un “Año de la Fe” para la Iglesia universal. La
fecha de inicio ha coincidido con la conmemoración de los 50 años de la
inauguración del concilio vaticano II por el papa Juan XXIII.
¿Para qué un año de la fe? –se puede preguntar un cristiano común y
corriente. En el documento que lo convoca, el propio papa Benedicto va
explicando la necesidad de hacer cada vez más explícita esa fe que nosotros
decimos tener en Jesús resucitado, quien nos lleva al Padre y de quien nos
viene el Espíritu. Como dice una breve oración, a manera de una buena síntesis:
“Señor Jesús, por ti al Padre, de ti el Espíritu, contigo siempre”.
Le preocupa al papa, y nos preocupa a todos, que
la fe esté sometida “más que en el pasado a una serie de interrogantes que
provienen de un cambio de mentalidad que, sobre todo hoy, reduce el ámbito de
las certezas racionales al de los logros científicos y tecnológicos”. Y anima a
la Iglesia a no tener “miedo de mostrar cómo entre la fe y la verdadera ciencia
no puede haber conflicto alguno, porque ambas, aunque por caminos distintos,
tienden a la verdad”.
Pero lo más importante de la fe reside en que
“implica un testimonio y un compromiso público”. Implica demostrar con hechos
que no puede existir fe auténtica sin un amor verdadero. Por lo tanto, esta fe
tiene ineludiblemente una consecuencia social que debe resultar evidente. “El
cristiano no puede pensar nunca que creer es un hecho privado” –señala el papa.
Y agrega: “La fe es decidirse a estar con el Señor para vivir con él. Y este
«estar con él» nos lleva a comprender las razones por las que se cree. La fe,
precisamente porque es un acto de la libertad, exige también la responsabilidad
social de lo que se cree”.
No deja de ser importante afirmar esto cuando
muchas veces caemos en una fe intimista, con exceso de emoción y
sentimentalismo, olvidando las consecuencias prácticas de la fe, demostrada en la tarea por la justicia como expresión genuina del
amor. “La fe y el amor se necesitan mutuamente, de modo que una permite a la
otra seguir su camino”.
El
papa Benedicto, al inaugurar este año de la fe, alude también a un texto
bíblico particularmente querido para nosotros en nuestra parroquia San Pedro y
San Pablo. Dice: “Durante este tiempo, tendremos la mirada fija en Jesucristo,
«que inició y completa nuestra fe» (Hb 12, 2): en él encuentra su
cumplimiento todo afán y todo anhelo del corazón humano”. Otra manera de decir
“fijos los ojos en Jesús”, como leemos en la sepultura de nuestro padre Esteban
Gumucio, porque precisamente él fue un cristiano de auténtica y coherente fe.
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