EL
SERVICIO DEL DIACONADO
Por Enrique Moreno Laval sscc
El pasado sábado 6 de octubre, nuestro templo
parroquial fue sede de la ordenación diaconaldel religioso de los Sagrados
Corazones, Rodrigo Quiroz. Nacido en Viña del Mar, hace 32 años, Rodrigo ingresó
hace nueve años a la Congregación mientras estudiaba la carrera de profesor de
educación básica, la que concluyó siendo ya religioso. Cuando terminaba sus
estudios eclesiásticos en la facultad de teología de la Universidad Católica,
se integró al trabajo de la pastoral juvenil en nuestra parroquia de San Pedro
y San Pablo. Su diaconado tiene la característica de ser “en tránsito”, es
decir, es por un tiempo, mientras se prepara para recibir finalmente el
presbiterado o sacerdocio, seguramente durante el primer semestre de 2013.
El diaconado es un ministerio de servicio. La
misma palabra lo dice: diaconado (en griego, diakonía) significa precisamente eso, servicio. Las primeras
iglesias cristianas instituyeron este ministerio para acompañar a la comunidad
en el servicio de la solidaridad y en el servicio de la Palabra. Y esto es lo
que debe seguir distinguiendo tanto a los diáconos permanentes como a los
diáconos en tránsito. Pero el servicio es también una característica propia de
todo seguidor de Jesús. El mismo Jesús decía: “No he venido a ser servido sino
a servir”. Y agregaba: “Si alguno de ustedes pretende ser el mayor, que se haga
el menor y el servidor de todos”.
No es
fácil hoy día ponerse voluntariamente al servicio de otro. Nuestra cultura más
bien nos empuja a buscar el poder y a ejercerlo con autoritarismo y dominación.
Es el camino contrario al enseñado y vivido por Jesús. El ansia de poder
trastoca la verdad de las relaciones humanas y las distorsiona. De esta
distorsión brotan los conflictos familiares y sociales, e incluso las pequeñas
y grandes guerras. Nuestra Iglesia no está exenta de esta contaminación del
poder y lo sabemos dolorosamente.
Tener un nuevo diácono en
nuestra comunidad parroquial puede recordarnos la importancia del servicio,
para que no busquemos otra cosa que servir, con generosidad y sin descanso,
especialmente a aquellos que son los más necesitados de una mano hermana y
amiga que les permita ponerse de pie y caminar dignamente como seres humanos.
Entonces la palabra de Jesús habrá caído en buena tierra y estará más cerca el
día en que todos y todas compartamos en igualdad el buen fruto.
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