21 de agosto de 2012

EL MENSAJE DE LOS LUNES: Desde la fe, comentando el día a día

NUESTRA MISA PROLONGADA
Por Enrique Moreno Laval sscc

Uno de los gestos cristianos que más compromete a la persona creyente es la celebración de la eucaristía, o de la misa, como solemos decir desde antiguo. No se trata de un mero rito o tan solo de un acto cultual. Celebrar la eucaristía es hacer memoria de toda la vida de Jesús, sintetizada en aquellos gestos suyos y palabras de esa cena de despedida que tuvo con sus discípulos, antes de ser muerto violentamente en la cruz. Pero tampoco es una memoria cualquiera. Según la propia palabra de Jesús: quienes lo recordamos debemos hacer lo mismo que él hizo, es decir, amar hasta las últimas consecuencias, hasta la sangre si fuera necesario. Es esto lo que significan las palabras “en memoria mía”.

Se equivoca quien crea que hacer aquello en memoria de Jesús se reduce a un repetir palabras y gestos rituales, y nada más. Se trata de llegar a vivir como Jesús, es decir, a pensar, sentir y amar como él. ¿Es mucho pedir? ¿Nos escandaliza? ¿Lo consideramos demasiado exigente? Algunos que escuchaban en directo a Jesús efectivamente se escandalizaron y se fueron por otros caminos. ¿Quién puede soportar estas palabras? –se decían entre ellos. Es lo que leemos en los textos del evangelio en estos domingos. Pero no hay alternativa: o se está con Jesús o se está en contra suya.

Es muy probable que no podamos conseguir la debida coherencia al primer intento. Serán necesarios muchos y sucesivos empeños para ir acercándonos poco a poco a ese ideal planteado por Jesús. Deberemos ejercitar la paciencia con nosotros mismos y el valor para volver a comenzar una y otra vez. Lo que no podemos hacer jamás es resignar el esfuerzo y aceptar indolentemente nuestra derrota en la lucha por ser mejores cristianos.

La eucaristía dominical deberá constituir el momento preciso en que volvamos a comprometer lo mejor de nosotros para vivir en estrecha comunión con Jesús y en auténtica solidaridad con nuestros hermanos y hermanas. Solo así se cumplirá aquello que decía san Alberto Hurtado: “Mi vida es una misa prolongada”.

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