Vivimos hoy día una cultura que privilegia la
eficacia por sobre otras consideraciones que, en definitiva, son más
importantes. Y la eficacia parece exigir muchas cosas que nos permitan estar a
la altura de las exigencias de esta vida moderna. Por ejemplo, en la vida de
familia, puede importarnos más tener un televisor o un celular de última
generación, que invertir el dinero que eso implica en unas pocas cosas
sencillas, quizás más útiles para el desarrollo integral de la propia familia. Si
no vamos por este camino podemos llegar, incluso, a darle más importancia a las
cosas mismas que a la relación cordial entre las personas.
La misma Iglesia puede caer en estos errores.
Podemos llegar a creer que el anuncio del Evangelio depende fundamentalmente de
los medios de todo tipo que tengamos a mano: vehículos, aparatos electrónicos, nuevas
tecnologías; o bien disponer de grandes y complejas planificaciones,
acompañadas de un importante despliegue burocrático. Pero, según Jesús, el
anuncio del Evangelio es más simple.
El texto del evangelista Marcos, leído en el
pasado domingo (15 de julio), nos señalaba una serie de instrucciones de Jesús
al grupo de los Doce que vale la pena retener: “les encargó que no llevaran para el camino más que un bastón; ni pan,
ni provisiones, ni dinero, que calzaran sandalias y tan solo una túnica y no
dos” (Marcos 6, 8-9). Y les dirá enseguida que entren en las casas de la
gente. Si bien no podemos interpretar literalmente las palabras de Jesús,
debemos captar el fondo de su propuesta. El Evangelio no será mejor anunciado
por las cosas que tengamos a mano sino por el contacto personal nacido de una
actitud de acogida cariñosa, comprensiva y compasiva con la gente. Así lo hizo
el mismo Jesús.
No se trata de despreciar
aquellos medios que hoy la modernidad nos ofrece sino de utilizarlos en su
justa medida, dando la mayor importancia a aquello que realmente la merece. Se
trata de permanecer vigilantes para que nunca las personas sean subordinadas a
las cosas o a las estructuras. Se trata de saber discernir qué es lo que
conviene más en cada momento en función de las verdaderas necesidades de la
gente. De esta manera nos aproximaremos a ser mejores discípulos de Jesús… con
tan solo unas pocas cosas.
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