28 de mayo de 2012

EL MENSAJE DE LOS LUNES: Desde la fe, comentando el día a día

ROSTROS DE CRISTO
Por Enrique Moreno Laval sscc

En las últimas conferencias episcopales de América Latina y El Caribe, los redactores de sus respectivos documentos finales han confeccionado una lista de aquellos “rostros” en los que deberíamos reconocer al Señor Jesús sufriente. Me remito a citar el último de ellos, el de Aparecida (2007). Allí se nombran los rostros de las comunidades indígenas y afro americanas, de las mujeres excluidas por cualquier razón, de los jóvenes que tienen educación de baja calidad y no tienen oportunidades para surgir, de los pobres desempleados y desplazados, de los migrantes, de los campesinos sin tierra, de los que buscan sobrevivir en la economía informal, de los niños y niñas que sufren la prostitución infantil, de los niños víctimas del aborto, de los dependientes del alcohol y de las drogas, de las personas con capacidades diferentes, de los enfermos de VIH-SIDA y otras enfermedades, de las víctimas de la violencia.

Nosotros, en nuestra parroquia San Pedro y San Pablo, tendríamos que agregar los rostros de los albergados. De estos hermanos “en situación de calle” que fueron llegando uno tras otro para encontrar entre nosotros un poco de pan, otro poco de abrigo, y mucho cariño. Dentro de cada uno de ellos hay toda una historia tejida de dolores, de búsquedas fracasadas, de anhelos frustrados, de personas heridas y de una gran carencia y necesidad de afecto. A muchos de ellos, el alcohol les arruinó aún más su vida, pero así y todo siguen siendo personas que merecen el mayor respeto por su dignidad de seres humanos. Aproximarse a ellos (hacerse prójimo) es una revelación del propio Espíritu de Jesús, que nos va forjando un corazón más sensible, más comprensivo y más compasivo.

Estamos en plena campaña para acompañarlos mejor en la sede misma de nuestra parroquia, acomodada de la mejor manera posible para ellos. Se necesita de todo: alimentos y ropa de abrigo, artículos de aseo y zapatos firmes, brazos voluntarios y mucha solidaridad, un saludo cariñoso y respetuoso, un poco de tiempo para sentarse a conversar y conocer sus historias. En esto son transparentes y nos enseñan sinceridad y humildad. “Lo que ustedes hicieron con estos hermanos míos más pequeños, conmigo lo hicieron”. Jesús no pudo ser más claro.

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