4 de junio de 2012

EL MENSAJE DE LOS LUNES: Desde la fe, comentando el día a día

UNA BICICLETA VERDE HK-36 
Y EL PATELANCHA.
Pedro Pablo Achondo, sscc

Hace unos días despedimos a dos grandes amigos, uno el “Patelancha” Patricio, el otro Cristian Ramírez. Dos hermanos profundamente hermanos. Los dos alcohólicos. Los dos luchando por salir, los dos impedidos de lograrlo. ¿Las razones? Poco importan, no lo sabemos. Lo que sí nos importan son las razones por las cuales se llega a una vida así. Mundo injusto y anestesiado.

Los lloraron sus parientes, muchos de por ahí. El Patito bullanguero, el Cristian del Colo. Sus clubes ni se enteraron de la partida de estos hinchas; como no se enteró la televisión ni la sociedad. Como no se enteró nadie. El Pato pasó gran parte de la mañana esperando al SML en el suelo. Sí, literalmente en el suelo, cubierto con una frazada. Esperando. Esperando.
Cristián partió de otra forma e igual esperó. En su casa, a los expertos. Gran parte de la mañana. Esperando.

Porque los pobres esperan hasta en la hora de la muerte.  

Los lloramos, los recordamos. Sus sonrisas y fuerza no abandonarán nunca los suelos de la Parroquia. Los acompañamos con sus familiares, con los amigos y amigas del Comedor Esteban Gumucio; con los hermanos del Albergue. Todos, una gran familia.
Tu bicicleta verde Cristian hacía memoria del Padre Hurtado todos los días. Tu cariño Patito, tus abrazos y cercanía eran las de Cristo. Ambos partieron y nos cuidan desde la Casa del Padre, donde por fin han dejado de esperar.


EL ALCOHOL MATA
Por Enrique Moreno Laval sscc

Lo sabemos de sobra: “el alcohol mata”. Cada día nos topamos con esta evidencia que ha pasado a ser uno de los más graves problemas de salud pública en Chile; si no, el más grave de todos. En estos días últimos, nuestra parroquia ha sido golpeada duramente por esta realidad. Dos personas conocidas y queridas, vinculadas al albergue y al comedor que funcionan en nuestra sede, fallecieron por circunstancias vinculadas al abuso del alcohol.

El tema es demasiado preocupante, sobre todo cuando las cifras oficiales nos indican que la ingesta abusiva de alcohol comienza cada vez a una edad más temprana: un 50% de los jóvenes comienza a beber a los 17 años y un 5% de  ellos lo hace a los 12 años o antes. Un estudio realizado en un grupo de colegios determinó que tres de cada cinco alumnos de octavo a cuarto año medio consume alcohol en exceso. Puede comenzar así un proceso de progresiva adicción que, finalmente, terminará con la vida.

Las consecuencias las conocemos. El efecto directo del alcohol en el sistema nervioso genera depresión, disminuye la actividad general y desinhibe el comportamiento. La concentración y el juicio empeoran. Los afectos y la familia dejan de ser importantes. Se va perdiendo el sentido de la vida. A todo esto habría que agregar los daños orgánicos: insuficiencia hepática por cirrosis, hipertensión arterial, daños severos en el sistema cardiovascular.

Sabemos que muchas veces el abuso de alcohol va asociado a las fiestas, a la diversión, al pasarlo bien. Pero también, y muy profundamente, a serias carencias afectivas, que provocan en las personas insatisfacciones que demandan cualquier tipo de compensación. Son víctimas de un deterioro social. Y además, de un abandono social. Urge entonces que unamos esfuerzos para detener esta destrucción de tantos hermanos y hermanas que necesitan del apoyo de sus iglesias, de sus colegios, de sus grupos sociales, de sus instituciones políticas, para ir creando una sociedad más humana, más fraterna, más digna. Lo poco y modesto que podamos seguir haciendo desde nuestra parroquia San Pedro y San Pablo ya es mucho. El alcohol mata, es cierto, pero nuestro amor puede dar vida.

 
UN VOLUNTARIO FELIZ Y UN FERIANTE SOLIDARIO
Por Cristian Venegas Sierra

La noche del sábado 2 de junio de 2012 la sede de San Pedro y San Pablo se encontraba llena de emociones. Dos funerales simultáneos, Cristián y Patito, partían víctimas del alcohol y una sociedad indiferente.

En la “capilla chica”, donde se celebra la eucaristía a diario, estaba Cristián. Sus familiares y amigos lo acompañaban junto al padre René Cabezón compartiendo un sentido responso. Lo recordaban como un “un buen consejero y amigo” y “un voluntario feliz”.

Feliz, porque para él no había nada más bonito que servir en el comedor parroquial. “Cuando a uno le dan las gracias –decía Cristián–, lo saludan; vienen entrando y me dicen: ‘¡Hola, Cristián!’. Chuta que es lindo”. Y agregaba: “es rico ir a buscar el pan, ir a la feria, todo es bonito. Compartir con todos los que vienen. Eso me hace venir, despertar a las cuatro de la mañana y esperar con así unos ojos de búho a que lleguen las ocho de la mañana para poder estar acá”.
Pero Cristián necesitaba ayuda y su enfermedad no le daba tregua. De vez en cuanto volvía a “caer al frasco” y se alejaba del comedor. Y aunque intentó varias veces con la ayuda de otros hermanos vencer su mal, no pudo más.

Esta situación impacta y nos interpela. Por qué sucede y qué podemos hacer. El albergue, el comedor parroquial son respuesta a una situación de emergencia. “Un plato de comida y algo más…” es una frase que inspira a este espacio de alimentación popular. “Algo más” que es acogida, comprensión, encuentro, compartir, amar, guiar, rescatar, rehabilitar; pero que también ha de ser luchar y caminar a hacia una sociedad más justa y fraterna. ¿Cómo lo podemos hacer?

A pocos metros del ataúd de Cristian, en la ex sala 5 de la sede parroquial, estaba el féretro de Patito, “el Patelancha”. Estaba solo, rodeado de flores y cubierto con un banderín de la “U”. Solo, pero con la puerta abierta y dejando que toda la vida que bullía en el patio entrara.

El Patito trabajaba en la feria y siempre se conseguía carne y otras cosas para el comedor parroquial. Ahora, en un reconocimiento de sus colegas feriantes, todos hacían memoria de su vida con un reconfortante tazón de consomé, que se agradecía por el frío que hacía, y mucha carne de pollo y vacuno que humeaba su fragancia asada a las brazas. Era una fiesta por el amigo que partió, un signo de que a pesar de la muerte la vida siempre se sobrepone. Y la sede parroquial acogía esta expresión de pueblo sencillo hasta bien entrada la noche. Nadie se quería ir.
 
La intuición y la decisión de habilitar y continuar con el albergue parroquial se confirma con las recientes bajas temperaturas en Santiago. Las noticias ya informan de un muerto por hipotermia en la comuna de Puente Alto. Así, este invierno 2012 treinta hermanos de nuestro sector tendrán un espacio digno para dormir, comer, bañarse, recibir cariño y “algo más”. Y aunque algunos puedan criticar diciendo que se está fomentando la flojera, y que los “viejos molestan” (aunque hay varios jóvenes, también), estamos seguros de no equivocarnos al abrirnos como unidad pastoral con obras a quienes la sociedad, y también muchos de nosotros, ignoramos y hacemos invisibles (excepto para la crónica roja de los periódicos). Hacerlos visibles, estar con ellos y darles algo de calidad de vida nos urge y punza a renovarnos como Iglesia, como comunidades eclesiales de base, como servidores del pueblo, atendiendo las premuras, pero aspirando y proponiendo pasos reales para una sociedad más justa y fraterna.
 

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