SER TESTIGOS
Por Enrique Moreno Laval sscc
Para ser testigo de algo o de alguien, hay
que haber “visto y oído”, haber estado allí en el lugar de los hechos, o haber
experimentado personalmente la presencia de alguien, o vivido “en vivo y en
directo” alguna situación… Solo así uno puede presentarse como un testigo
veraz.
Sin embargo existen testigos falsos. Los
tribunales están llenos de testigos mentirosos, muchos de ellos
“profesionalizados”, que reciben pago por simular ante los jueces.
Jesús decía en el evangelio que leíamos ayer
domingo: “Ustedes son testigos de todo esto”. ¿Todo esto? ¿Qué es “todo esto”?
Ni más ni menos que la vida entera de Jesús, especialmente significativa en su
muerte, como signo de su entrega hasta las últimas consecuencias; ni más ni
menos que su resurrección como signo inequívoco que siempre el amor entregado
será más fuerte que la muerte.
¿Cómo nosotros hoy día podemos hacernos
verdaderos testigos, coherentes, consecuentes, de “todo esto”? Ocurre que no
hemos estado físicamente con Jesús, no lo hemos visto en persona, no lo hemos
oído, no hemos comido con él como lo hicieron los primeros discípulos. Pero
hemos creído sin haber visto. Le hemos creído a ese primer grupo de seguidores
de Jesús, hemos hecho nuestra su experiencia y nos hemos atrevido a seguirlo
hoy, en nuestros días, a nuestra manera, exigidos por estos tiempos y sus
desafíos, pero esforzándonos por no perder nada de lo esencial de lo que hemos
recibido.
Alguien ha dicho con razón: “El mundo está cansado de declaraciones y discursos; lo que necesita son testigos”. Verdaderos, por supuesto, y no testigos falsos. ¿Podríamos intentarlo de nuevo?
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