Jesús, un indignado
Por Enrique Moreno Laval sscc
El año recién pasado, 2011, fue un año de
indignación mundial. El 15 mayo, los españoles comenzaron con una serie de
manifestaciones de protesta pacífica en Madrid, y enseguida en las principales
ciudades de España. Decían: “No queremos ser marionetas de los políticos y los
banqueros”. Es decir, representaron su profunda molestia ante el actual manejo
de la política y de la economía, por considerarlo atentatorio en contra de la
dignidad y respeto que merecen las personas. Se hicieron llamar a sí mismos:
los indignados.
Esta corriente de indignación se difundió
rápidamente por otros países de Europa y por los Estados Unidos de América.
Aquí en Chile, también tuvimos un 2011 lleno de indignación, expresado particularmente
en la seguidilla de manifestaciones del movimiento estudiantil. Este año 2012
sigue agregando otros ejemplos. El más claro lo representa el actual conflicto
en Aysén, donde una región indignada se ha levantado en protesta en contra de
los poderes centrales que los olvidan y marginan.
El obispo de Aysén, Luis Infanti, ha tomado
una parte activa en esta indignación. Se ha sumado a los líderes que protestan
y ha dejado en evidencia su denuncia ante el trato discriminatorio y violento
con que se afecta a los ayseninos. ¿En quién se estará inspirando el obispo? Es
posible que lo haya inspirado mucho el texto del evangelio de Juan que leíamos
el domingo pasado (11 de marzo): Jesús, indignado, expulsa a los mercaderes del
templo junto a sus bueyes, ovejas y palomas, porque han estado convirtiendo la
casa de su Padre en un lugar de comercio e, incluso, en una cueva de ladrones.
La indignación de Jesús nos advierte ante la
pasividad o indiferencia en que podríamos caer los creyentes en él, olvidando que
a Jesús le importó todo lo humano y que le indignó todo atropello a las
personas. Y sobre todo, cuando para atropellarlas se utilizaba mañosamente el
poder político o la influencia religiosa. Para Jesús y para sus seguidores hay
un solo camino: el del compromiso consecuente de amor por todo ser humano,
hasta arriesgarlo todo, hasta las últimas consecuencias.
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