5 de marzo de 2012

EL MENSAJE DE LOS LUNES: Desde la fe, comentando el día a día

CUANDO UN AMIGO SE VA…
Por Enrique Moreno Laval sscc

Murió Arturo Rojas, miembro de una querida familia vinculada a la CEB Padre Damián en nuestra parroquia San Pedro y San Pablo. Arturo falleció a las 6 de la mañana de este domingo 4 de marzo, en casa de su madre doña Amalia, a los 52 años de edad, a causa de un cáncer hepático que lo tuvo enfermo por un año. Tuve la oportunidad de acompañarlo de cerca y de convertirnos juntos en amigos muy queridos. En la noche del sábado 3, junto a su madre, sus hermanos, su esposa, sus hijos, le dimos el adiós definitivo porque el final resultaba inminente. Así lo fue pocas horas después. Lo pusimos en las manos del Señor con la mayor confianza y cariño.

¿Recuerdan ustedes esa hermosa canción de Alberto Cortez? “Cuando un amigo se va queda un espacio vacío que no lo puede llenar la llegada de otro amigo…” Y esto es verdad, porque cada persona es única e irremplazable y la huella que deja sólo a él le pertenece y a quienes seguimos de cerca sus pisadas. Pero si bien un amigo no puede ser remplazado por otro, sí cabe la posibilidad de que cada uno de nosotros se proponga ser, para otros, un amigo tan bueno como el que nos acaba de dejar. Sobre todo hoy día, cuando hacen tanta falta los amigos de verdad, esos que se la juegan por otros, que no miden incomodidades y riesgos, con tal de estar ahí donde se les necesita, donde se hacen indispensables. Un sabio francés escribió un día: “como en los supermercados no venden amigos, los hombres se han ido quedando sin amigos” (Saint-Exupéry).

Bueno… así fue Arturo de buen amigo. Por eso sentimos su partida y la lloramos como corresponde, sabiendo que este desahogo nos traerá pronto la serenidad necesaria para reubicarnos en la vida y seguir adelante, con la frente en alto, buscando a quién y dónde entregar el cariño de la amistad recibida. Sigue cantando Cortez: “Cuando un amigo se va queda un tizón encendido que no se puede apagar ni con las aguas de un río”.  Será nuestra promesa, digo: que jamás se apagará ese tizón encendido, no lo permitiremos. Y continúa la canción: “Cuando un amigo se va una estrella se ha perdido, la que ilumina el lugar donde hay un niño dormido”. Seremos luz para todos los oscuros, una estrella para todos los que llevan vidas grises. En homenaje a nuestro amigo, iluminaremos la vida.

Durante el año de su enfermedad, nunca estuvo Arturo tan cerca de Dios y tan cerca de la humanidad. Jesús entró en él con toda la fuerza de su Espíritu y sanó heridas, restableció puentes, abrió caminos, para que por allí fuera surgiendo el hombre nuevo que nos acaba de dejar para ir al encuentro con su Señor y para dejarnos acompañados por su pequeña y grande vida.

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