15 de noviembre de 2011

EL MENSAJE DE LOS LUNES: Desde la fe, comentando el día a día

HABLAR DE MARÍA, HOY
Por Enrique Moreno Laval sscc

Noviembre ha vuelto a traernos el Mes de María con todo el cariño que expresamos a esa sencilla y admirable mujer que fue la mamá de Jesús. ¿Cómo hablar de ella en este tiempo nuestro? Quizás sea mejor empezar diciendo cómo no habría que hablar de ella.

No habría que tratarla de “reina”. ¿Qué sugiere la idea de una reina en nuestro pensamiento colectivo? Una mujer que vive en la riqueza, en medio de lujos propios de los que tienen poder, que se viste elegantemente, que gasta grandes cantidades de dinero en su bienestar y en su seguridad, que vive recibiendo honores y homenajes de quienes se sienten sus inferiores o sus súbditos. Es lo que captamos, por ejemplo, cuando la TV nos muestra imágenes de la reina Isabel de Inglaterra. ¿Tiene algo que ver todo esto con María de Nazaret? Nada. Simplemente, nada.

El único título que María se da a sí misma en el evangelio es el de “sirvienta”, la de esclava del Señor. Y los evangelistas hablan de ella como la virgen, la doncella, y como la madre de Jesús, la esposa de José, o simplemente, María. María aparece como una mujer sencilla, casada con un artesano, que ciertamente debe subsistir en las condiciones propias de una familia modesta que vive de un sueldo escaso e inseguro. Sufre por no tener un resguardo donde hacer nacer a su hijo y teme por su vida cuando debe partir exiliada hacia el país de Egipto. Vive las preocupaciones propias de una madre que lleva a su hijo al templo y se le pierde; y cuando este es ya mayor, debe aceptar la realidad del nido vacío y dejarlo partir sin amarrarlo nunca. Cuando hay que compartir tareas en la familia, sabe ir donde su prima para cuidarla en un embarazo de riesgo. Acompaña al hijo de cerca y de lejos, y está con él en la cruz de Jerusalén como supo tenerlo en sus brazos en la pesebrera de Belén.

Y cuando nos habla de Dios nos dice que es el Dios de los pobres, de los hambrientos, de los humildes, y no el Dios de los soberbios y poderosos. ¿No deberíamos hablar siempre así de María, la de Nazaret, la mamá de Jesús?

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