15 de noviembre de 2010

EL MENSAJE DE LOS LUNES: Desde la fe, comentando el día a día

INVITADOS A DEVOLVER AL PUEBLO LA CENA DE JESÚS.

Hno. Francisco de Ferari, sscc.

El miércoles recién pasado, alrededor de 60 personas nos reunimos en el templo parroquial para compartir y reflexionar en torno a nuestras maneras de celebrar la eucaristía y si estas se acercan o no a las cenas con el Resucitado que vivían las primeras comunidades, para esto fuimos acompañados por el hermano, profeta y pastor Mariano Puga y por la agradecida memoria de Ronaldo Muñoz, sscc.

Muchas fueron las experiencias compartidas y las ventanas que se nos fueron abriendo. Constatamos que muchas veces nuestras celebraciones son más ritos sacrificiales - al modo del Antiguo Testamento- que cenas comunitarias alegres con el Resucitado, por lo mismo, y uniéndonos a nuestro hermano Ronaldo, creemos que urge “devolver al pueblo la cena de Jesús”, es decir, tenemos que mirar cuáles fueron las grandes intuiciones de las primeras comunidades para ser fieles al evangelio de Jesús y para que realmente estas sean comidas liberadoras y no condenatorias (1Cor 11, 17-22).

Para esta pretensión es necesario volver a los evangelios leídos de manera sencilla en comunidad poniendo especial atención a los relatos de comensalidad de Jesús o, mejor dicho, fijando la mirada en el modo cómo Jesús se sienta a la mesa de pecadores, publicanos, prostitutas, cojos, enfermos, pobres, etc… Dice un teólogo que “a Jesús lo mataron por su forma de comer”, lo asesinan porque aquellos gestos proféticos incomodaban a los poderes religiosos y políticos de su tiempo e incomodan a los poderes de todo tiempo y lugar. Sentarse a la mesa de los insignificantes y marginados implica asumir su causa, compartir sus vidas y sus luchas cotidianas sin temor a los que “matan el cuerpo” sino más bien sabiendo que nuestro centro está puesto en la Buena Nueva del reino que nos convoca a lavarnos los pies los unos a los otros.

Por lo mismo estas dinámicas interpelan a nuestras maneras de celebrar las eucaristías, no pueden ser éstas espacios de exclusión por ningún motivo (a no ser que se escandalice a los pobres como lo dice San Pablo) ni tampoco podemos prolongar manifestaciones que provienen de los imperios y de los reyes que se sitúan en lugares especiales y a la vista de todos, en grandes asientos y con copones de oro. No podemos seguir prolongando estas actitudes puesto que en nada se asemejan al estilo de Jesús ni tampoco podemos seguir viviendo estos espacios celebrativos de manera temerosa más atentos a no equivocarnos que ha dejarnos interpelar por Jesús y por la comunidad para ser verdaderos testigos del reino en todas partes, cueste lo que nos cueste.

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