8 de noviembre de 2010

EL MENSAJE DE LOS LUNES: Desde la fe, comentando el día a día


Comenzando el Mes de María

Por Enrique Moreno Laval sscc

En este lunes 8 de noviembre, comenzamos un nuevo Mes de María. Se trata de una larga tradición que, al menos yo, lo asocio en la memoria a mi propia bisabuela, cuando lo rezábamos en la casa, amontonados chicos y grandes ante un altar improvisado sobre la cómoda de su pieza. Quizá no entendíamos mucho, pero sí nos dábamos cuenta de que se trataba de un acto religioso particularmente familiar. Y nos gustaba.

Ha pasado el tiempo y la devoción familiar fue haciéndose más comunitaria, y pasó a rezarse en el templo parroquial. Era un tiempo esperado por mucha gente porque, además, servía de lugar de encuentro en un momento del año en que, por la cercanía del verano, la vida se hacía más sociable y más grata. Pero, quizás, el acto mismo no pasaba de ser más que un típico acto piadoso de devoción, sin mayores consecuencias para la práctica de la vida cristiana.

Con el tiempo, he ido comprendiendo mejor la hermosa y provocadora figura de María, mujer de Nazaret, compañera de camino, mamá de Jesús y también nuestra. Tomando una hermosa idea de un antiguo párroco nuestro, Pablo Fontaine, puedo decir: María, desde su lugar discreto, me señala siempre en el centro a Jesús. Y subrayo: su lugar es discreto, secundario, no está en el centro de la fe, porque en ese centro solo está Jesús y ella no se cansa de señalármelo de esa manera.

Ojalá pudiéramos renovar nuestro cariño por María (nuestra devoción por ella), entendiendo mejor su papel en el contexto global de nuestra fe, aprendiendo de las actitudes que brotaron de su corazón, pero también buscando formas nuevas de recordarla. El padre Esteban tiene una hermosa oración, y más “moderna”, para el Mes de María; y podríamos aprovecharla. Pero también, varios de sus poemas dedicados a ella con tanta delicadeza y cariño. Sin caer en excesos respecto de María, tampoco la ignoremos. Aprovechemos en este mes la ternura de su compañía y tengamos siempre presente que “desde su lugar discreto nos señala siempre, en el centro, a Jesús”.

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