RECORDANDO A LOS NUESTROS Por Enrique Moreno Laval sscc
Esta semana la hemos comenzado recordando a los nuestros, a aquellos y aquellas que nos han amado y que nosotros amamos. Es hermoso recordar, un verbo que significa literalmente “traer al corazón”. Nuestros queridos difuntos viven mientras los recordamos. Cuando los olvidamos, entonces sí, mueren. Y como no queremos que se mueran, los recordamos siempre.
Nos debemos unos a otros. Nada seríamos sin nuestros antepasados y nada serán los que van llegando al mundo sin nosotros. Formamos todos, una larga historia de comunión y solidaridad. Somos interdependientes, es decir, dependemos unos de otros. Somos corresponsables, esto es, respondemos todos juntos por la misma historia. Y somos solidarios en lo bueno como solidarios en lo malo. Vamos juntos en el mismo carro.
Lo importante es ir mejorando la calidad de la vida humana en cada época, ir dejándole a los que vienen un mundo mejor. ¿Será que lo estamos haciendo así? Nuestros hijos y nietos ¿recibirán algo mejor que lo que nosotros recibimos de nuestros padres y abuelos? Por avance científico y tecnológico, no hay por dónde perderse: les dejaremos a los que vienen mayor ciencia y mejor técnica. Pero no va por ahí la esencia de la vida: habrá que preguntarse si estamos dejando como herencia mejores valores, más sinceridad, más verdad, más transparencia, más honestidad, más justicia, más igualdad, más paz, más amor…
Jesús nos dejó el programa hecho en la lectura del Evangelio de este lunes 1 de noviembre: si quieren ser felices, tengan un corazón de pobres, un corazón misericordioso, un corazón puro, un corazón hambriento de justicia y de paz (Mateo 5,1-12). Si actúan así, aunque sean perseguidos por causa de la justicia, serán felices; aunque estén afligidos, serán consolados. Las cosas están claras. De nosotros depende: elijo la vida o la muerte, la felicidad o la desgracia. Es palabra de Dios.
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