25 de octubre de 2010

EL MENSAJE DE LOS LUNES: Desde la fe, comentando el día a día

UN PUEBLO QUE CAMINA

Por Enrique Moreno Laval sscc

Quienes pudimos caminar el sábado pasado hacia el santuario de Teresita de Los Andes el sábado 23 recién pasado, no olvidaremos esa imagen vista desde la cumbre misma de la cuesta de Chacabuco: hacia un lado y otro, una interminable muchedumbre que iniciaba o terminaba el trayecto de 27 kilómetros, subiendo y bajando, todos juntos, codo a codo, animándonos mutuamente en el camino. Una hermosa postal – pensé – de lo que somos como Iglesia, de lo que somos como humanidad.

Sin duda, algo así entusiasma. Uno experimenta una sensación de optimismo al ver tantos jóvenes llenos de energía caminando, cantando, saltando, desbordando de alegría por caminar juntos. Y uno se admira de ver a otros no tan jóvenes compartiendo el esfuerzo por estar ahí, acompañando y dejándose acompañar en medio de ese pueblo que camina.

Pero lo más importante está más allá de este hermoso signo de confraternidad. Lo esencial está siempre más adentro, en el interior mismo de cada caminante. Debería estar en su corazón verdaderamente entregado al Señor, con una sinceridad que no admita concesiones a la ambigüedad, que no dé pasada a cualquier forma de falsa apariencia. A eso que Jesús llamó hipocresía.

Ayer domingo 24, el Evangelio aludía precisamente a este tema, con el relato de la parábola del fariseo y el publicano que acudían al templo a orar (Lucas 18, 9-14). De verdad, el fariseo no oraba: más bien exhibía vanidosamente sus méritos ante Dios con el afán absurdo de “comprar” su favor. En cambio, el publicano, hacía verdadera oración – es decir, se abría realmente a Dios – desde el humilde y sincero reconocimiento de su pecado y de su pobreza.

Sigamos caminando. Pero hagámoslo con Jesús en el corazón. Vaciados de nosotros mismos, abiertos a su llamado. Sólo entonces lo acogeremos de verdad, mientras vamos de camino, y lo podremos reconocer en esa “mesa común para todos”, al partir el pan.

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