30 de agosto de 2010

EL MENSAJE DE LOS LUNES: Desde la fe, comentando el día a día

Humildes y desinteresados

Por Enrique Moreno Laval sscc

Sentirnos valorados por los demás, apreciados convenientemente, tomados en cuenta, es un rasgo humano que todos llevamos muy dentro; y al que somos muy sensibles. Basta que no sea así para que nos “sintamos”, nos afectemos y busquemos maneras para llamar la atención. Es normal. Es lógico, Es “humano”. Pero lo que no está bien es que nos pasemos la vida intentando de cualquier forma sobresalir sobre los demás, dejándonos llevar por un orgullo, por una soberbia, por una vanidad, que finalmente buscan ejercer poder y dominio sobre otros.

Jesús, que conocía bien el corazón humano, nos advirtió claramente acerca de esta tendencia a “buscar los primeros puestos”. Lo leíamos en el evangelio de ayer domingo (Lucas 14, 7-14). Y nos enseñaba a ser humildes, a ser sencillos, a querernos bien, pero sin avasallar, sin aplastar a otros.

Otro rasgo humano que llevamos muy dentro es la tendencia a hacer el bien buscando a cambio una recompensa. Nos cuesta ser gratuitos. Actuamos muchas veces por interés, con una actitud interesada que generalmente disimulamos para que no se note mucho. En el mismo texto del evangelio del pasado domingo, Jesús nos advertía acerca de esta situación tan común. Si incluso cuando amamos y nos parece que no somos correspondidos como lo esperábamos, “pasamos la factura” y cobramos. Jesús nos dice en cambio: “Felices los que saben dar sin esperar recompensa, porque Dios los recompensará en el reino de los cielos”. Lo que hemos recibido gratis, tenemos que darlo gratis.

Durante esta semana entraremos en el mes de septiembre. El mes de la patria. Y en este año 2010, en el mes del bicentenario de la patria. Pienso que sería bueno, muy bueno, que nos dispusiéramos a vivir, desde lo más profundo, estas dos enseñanzas de Jesús: ser humildes y ser desinteresados. En esto se reconoce un cristiano, un seguidor de Jesús. Si lo consiguiéramos, nuestra patria entera será realmente una “mesa para todos”, es decir, más fraterna, más igualitaria y más alegre. En definitiva, más justa.


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