14 de mayo de 2012

EL MENSAJE DE LOS LUNES: Desde la fe, comentando el día a día

EL AMOR MÁS GRANDE
Por Enrique Moreno Laval sscc

El sábado pasado (12 de mayo) estuve con Sebastián. El Sebas es un niño-adolescente que desde su nacimiento sufre las secuelas de una parálisis cerebral. No puede caminar, no puede hablar. Sin embargo es de los niños más comunicativos y alegres que he conocido. Aunque no esconde su mal genio cuando le cambian la tele o no le dan de comer lo que le agrada. Cada mañana elige por sí mismo qué ropa quiere ponerse y cuál no. Es efusivamente cariñoso. Le gusta que lo saluden, que lo abracen. Sabe distinguir perfectamente a quienes lo quieren. En la misa dominical de la comunidad, lo que más disfruta es el abrazo de la paz.

¿Cómo se explica que un niño que ha crecido con tantas limitaciones físicas pueda hoy llenar de alegría su hogar y contagiar de entusiasmo a la escuela diferencial que lo recibe cada mañana? No hay otra explicación que el mucho amor que Sebastián ha recibido desde el instante en que nació. Sus padres, sus abuelos, sus hermanitas, sus padrinos, sus tíos, los cercanos a la familia, sus educadores en la escuela, no se han ahorrado cariño para con él. Para su colegio, el Sebas es un “proyecto estrella”, y para comunicarnos esto su profesora nos reunió el sábado pasado en la propia casa de Sebastián. Fue un momento hermoso, emotivo, pleno de lecciones de vida.

El papá dijo: “este niño, desde que nació, me cambió la vida”. Se la cambió para bien, le dio otra mirada de la vida, lo ayudó a apreciar lo esencial, aquello que muchas veces se esconde en este vulnerable cuerpo que llevamos, lo hizo sensible al sufrimiento humano y le enseñó a conjugar bien su reciedumbre varonil con su ternura de padre. Pero, en realidad, todos hemos ido aprendiendo con Sebastián. Y el gran aprendizaje que hemos recibido ha sido el mismo que quiso enseñarnos Jesús desde un comienzo y para siempre: “ámense, ámense los unos otros, tal como yo los he amado a ustedes”. Si hay un refrán que dice “la fue mueve montañas”, habría que acuñar con más fuerza aún que “el amor mueve personas”; lo que es mucho más importante.

Ayer domingo, Jesús nos llamaba diciendo: “permanezcan en mi amor”. Permanecer, mantenerse en ello, fielmente, con perseverancia, con vigilancia, atentos a todo ser humano que nos habla de Dios y de Jesús su hijo, quien nos enseñó a dar muestras del amor más grande, aquel que consiste en darlo todo, en dar la propia vida por otros.

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