Igualdad para la Patria
Por Enrique Moreno Laval sscc
Por
una buena casualidad, este domingo recién pasado ha coincidido con nuestra
fiesta nacional: 18 de septiembre. Ocasión más que propicia para pedir por la Patria, con el corazón
puesto en una de nuestras necesidades más apremiantes: la igualdad. Que somos
desiguales es más que evidente. Los estudiantes lo han gritado por las calles
sin cansarse. Un país desigual es un país injusto. No podemos quedarnos
tranquilos mientras la desigualdad persista, expresada en oportunidades
diferentes para obtener educación, salud o vivienda.
Mirada
desde nuestra fe en Jesús, la conclusión es clara: la desigualdad no es de
Dios. Jesús fue terminante en mostrar a un Dios preocupado de la fraternidad
humana (“todos ustedes son hermanos”, Mateo
23, 8); que trae buenas noticias para los que sufren opresión, exclusión,
cautiverio, pobreza (“buenas noticias para los pobres”, Lucas 4, 18); que critica severamente a los que se creen dueños de
los pueblos y los tiranizan (“entre ustedes no debe ser así”, Marcos 10, 43). Además, el evangelio de
este domingo 18 nos traía una parábola notable en la que Jesús aboga por un
trato igual para todos (Mateo 20, 1-16).
Contaba
Jesús que el propietario de un campo salió a contratar obreros para su viña, a
diferentes horas del día: a las 6, las 9, las 12, las 15, y las 17:00, una hora
antes del término de la jornada. Los obreros trabajaron diversos períodos de
tiempo, desde doce horas hasta una sola; pero todos recibieron la misma paga:
lo acordado como un jornal diario. Surgió de inmediato la protesta de los que
habían trabajado más porque esperaban recibir más, a pesar de que se les pagaba
lo justo: el jornal prometido. No aceptaron la igualdad ejercida por el
propietario; reclamaron a favor de una mantención de la desigualdad. ¿Qué había
pasado con el propietario? Que no puso sus ojos en las horas trabajadas, en los
méritos acumulados, sino que puso el corazón en las necesidades de las
personas. ¿Qué acaso los trabajadores de la última hora nos tenían las mismas
necesidades de familia que los trabajadores de la primera hora? ¿Por qué no
podía él ser bueno con su dinero? Quedó claro que los pensamientos de los
hombres están muy distantes de los criterios de Dios.
Comprometamos
hoy nuestro mejor empeño por una patria igualitaria, es decir, por una patria
justa. Hagámoslo en el nombre de Jesús, a quien con razón llamamos nuestro
salvador y nuestro liberador.
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