13 de septiembre de 2010

EL MENSAJE DE LOS LUNES: Desde la fe, comentando el día a día

Todos somos hermanos
Por Enrique Moreno Laval sscc

Difícilmente un chileno común y corriente podría negar que, en su sangre, lleve sangre mapuche. Somos todos mestizos. O casi todos. Por mi parte, al menos por el lado de mi padre, ciertamente soy mestizo. Y lo digo con toda satisfacción. El problema es que no hemos sacado las consecuencias de todo lo que esto significa. Ante la dramática e histórica situación del pueblo mapuche nos hemos distanciado de su problema. Nos hemos puesto indolentes, indiferentes; no nos ha interesado, no nos hemos comprometido. Más que nunca hoy, se hace urgente un cambio de actitud.

Durante la semana que acaba de terminar, la situación de los ayunantes mapuches se ha ido agravando cada vez más. Nuestros obispos, entre otros, sacaron la voz para exigir que se tomen todas las medidas necesarias para evitar un desenlace fatal en este caso. Pero, más allá de esto, para reparar de una vez por todas la injusticia que perdura desde el tiempo de la conquista española y que se fue agravando con el abuso de una parte significativa de nosotros mismos los chilenos: quitando tierras, maltratando personas, negando oportunidades, postergando educación, privando de salud, despreciando la cultura propia mapuche.

Ayer domingo 12, la liturgia nos ofrecía uno de los textos más impresionantes del Evangelio de Jesús: la parábola del “hijo pródigo” que más bien debería llamarse del “padre misericordioso”. Todos conocemos esa historia (Lucas 15). De un modo contundente y definitivo se nos revela allí que Dios es un padre en busca de hijos perdidos. Y “perdidos” por cualquier causa. Porque en su mesa hay lugar para todos; nadie se queda fuera o debajo de su mesa. Porque su amor es desproporcionado; supera cualquier cálculo humano. ¿Cómo no entender entonces que Dios quiere que acojamos con especial predilección a aquellos hermanos del pueblo mapuche que nosotros mismos los hemos tratado como “perdidos”, fuera de sus tierras y sin una vida digna? KOM INCHIÑ PEÑIWEN: todos somos hermanos. Así lo enseñó Jesús. Nosotros sus seguidores no podríamos actuar de otra manera.

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