Por René Cabezón Yáñez sscc
Este domingo en que comenzaban las pomposas celebraciones por los 200 años del Congreso nacional, en una tarde soleada y fría en Santiago, una gran cantidad de pobladores acompañamos a “Moisés”, un alcohólico de 40 años de nuestro barrio, que fue hallado muerto por las bajas temperaturas que han golpeado a la zona central, después de varios días desaparecido. Las micros conseguidas por el “Teo”, joven líder de la Yungay que organizó una pedida de “plata o macheteo” para pagar los buses, partían al cementerio donde, por fin, descansaría del alcoholismo que lo asechó gran parte de su vida.
A las 14.30 hrs. partió el cortejo con sus dos micros con carteles colgando que despedían al Moisés, y varios autos se sumaron a esta despedida. El tramo que se recorrió desde la casa de la familia de Moisés hasta la feria dominical en calle Lula Da Silva con Padre Esteban Gumucio, fue con el cajón fúnebre en anda para que la gente de la feria de diera el último adiós. Moisés era un vendedor más de esta feria, tenía su ubicación donde trabajaba semanalmente. Entre aplausos y llantos de sus amigos “curaditos y curaditas” partió Moisés al cementerio metropolitano de la zona sur.
Entre los que acompañábamos iba el concejal de la comuna que es poblador de La Yungay y algunos vecinos que participan en organizaciones sociales. En sus caras vi pena, porque el “Moise” era un “chico bueno”, tranquilo, trabajador, alegre, y muy conocido en el sector desde niño. Les dolía que nunca pudieran sacarlo del alcoholismo que sufrió, lo mismo se apreciaba en los rostros y palabras de despedida entrecortadas que se dijeron por sus hermanos, con la mirada entristecida hasta las lágrimas serenas del anciano padre. También iban muchos niños y jóvenes, hasta la sepultura temporal en tierra donde fue dejado su ser querido. Un pastor evangélico hizo la oración que fue acompañada por los ruegos de confianza en Dios de varias decenas de fieles de la iglesia evangélica en la que participaba la familia del Moisés.
En este contexto, al mirar este triste funeral de un “curadito de la Yungay”, me quedo con muchas preguntas dolorosas: ¿cuántos de estos niños y jóvenes les espera un futuro parecido? Con los niveles de delincuencia y drogadicción, con los pésimos resultados académicos de sus escuelas y liceos del sector, ¿qué mejor futuro les espera a ellos?
En el trayecto de la caravana al cementerio, un par de mujeres conversaba. Una era amiga de Moisés y estaba ebria, la otra la consolaba y no era alcohólica; la primera se trataba de consolar diciendo en voz alta, “¿De qué murió Moisés…?” Y se respondía una y otra vez,… “de hipotermia”. Pero en un momento la interrumpió su acompañante y le dijo: “Moisés murió de indiferencia”. Sentí que Dios les seguía hablando con claridad, ¡Sí, de indiferencia!
Las paradojas de la vida y muerte de Moisés. Murió a los pies de “la copa” de La Yungay, congelado días atrás. Esa copa –antigua construcción del agua potable icono del sector– que tantas veces lo cobijó, se lo llevó una noche de estas, de mucho frío; curiosamente una copa lo llevaba a la otra copa, y estas dos a la muerte.
Un grupo de pobladores y jóvenes de la comunidad parroquial, días atrás, había decidido que no muriera ningún otro poblador alcohólico “en situación de calle”, como le dicen hoy. La muerte de “Patito” (Patricio Torres Rojas, 53 años) nos había golpeado a todos. Por eso se organizaron con un grupo cultural de la población Yungay y crearon un “refugio” para estos hermanos de la calle. Se han recibido a más de 12, los que han sido atendidos, lavados, curados, enviados al hospital, se les ha cortado el pelo, y dado comida a diario. Dos han decidido dejar de tomar, la muerte del Patito, y ahora, la del Moisés los ha conmovido y remecido como pocas veces. Para ellos fue un llamado o “tárele”. ¿Y para nosotros?
Las estadísticas oficiales del año pasado hablan de más de 150 personas murieron como indigentes en la calle. Nosotros hemos sido testigos de dos de estos “números” para este año, que ya suman más de 12 en todo Chile.
Nos hemos empezado a acercar a este submundo y a los “pobres entre los pobres” de nuestras poblaciones. En nuestro sector parroquial debe haber cerca de una cincuentena de hermanos en situación de calle, y otro número mucho mayor de alcohólicos que pululan por nuestras plazas y botillerías. He pensado mucho en el Padre Sergio Naser y tantos laicos y profesionales que por décadas se han dedicado a trabajar y luchar contra este flagelo que nos afecta silenciosamente; y hoy, nuestra juventud sigue entrando en un consumo desenfrenado de alcohol. Un verdadero cáncer social y sanitario con miles de consecuencias familiares como la historia del Moisés.
Para terminar esta reflexión que tiene mucho de desahogo, pienso que lo más grave no es el frío y las bajas temperaturas que lo congelan todo, por estos días, sino cuando el mundo en que vivimos nos ha congelado el corazón y nuestros principios evangélicos. Muchos de nosotros, tan enredados en reuniones y disquisiciones de todo tipo (pastorales, familiares, laborales, económicas, sociales, políticas), por una parte, y se nos están muriendo nuestros hermanos en las calles, por la otra.
Población Joao Goulart-Yungay, 04 de julio de 2011
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