27 de junio de 2011

EL MENSAJE DE LOS LUNES: Desde la fe, comentendo el día a día

Hace 47 años…

Por Enrique Moreno Laval sscc

Hace 47 años, un sacerdote que estaba por cumplir 50 años de edad llegaba a nuestros barrios, con una sonrisa en los labios y el Evangelio de Jesús en el corazón. Llegó con mucho susto el padre Esteban Gumucio sin saber mucho qué hacer y cómo. Era la primera vez, en sus 25 años de sacerdocio, que se veía enfrentado a un trabajo pastoral de esta naturaleza. Finalmente, se despreocupó del “hacer” y simplemente optó por “ser”.

Es decir, el padre Esteban trató de vivir como él era, simplemente, dejándose llevar por esa manera de ser que fue un sello durante toda su vida: buena persona, amable, acogedor, sencillo, buen escuchador, consejero, padre, amigo, hermano, compañero de camino. Y sobre todo, un apasionado por Jesús y por la humanidad.

Así fue naciendo la parroquia de San Pedro y San Pablo, entre Departamental y Tomé, de norte a sur; y entre Punta Arenas y Santa Rosa, de este a oeste. En 1994, el sector comprendido entre Departamental y Lo Ovalle pasó a ser la parroquia Damián de Molokai. Siete comunidades de base quedaron en cada una de las dos parroquias. Ambas siguen siendo servidas por los religiosos de los Sagrados Corazones.

En esta ocasión en que celebramos nuestra fiesta patronal, cabe la expresión de mucha gratitud al Señor por todo lo vivido hasta ahora. Nuestra comunidad parroquial, con sus más y sus menos, es hermosa, grata, fraterna, acogedora, buscadora de Jesús y servidora de los que sufren. La memoria y el sello de su fundador siguen presente en nuestra vida cristiana animando cada día la respuesta creyente a los desafíos que se nos presentan.

Sin duda, hay tareas pendientes. Entre ellas, afianzar la fraternidad entre nosotros y acrecentar el compromiso por todos aquellos que siguen al margen de la vida y de la Iglesia. Queremos ser una parroquia que efectivamente se transforme en una comunidad de comunidades, donde todos encuentren un espacio para escuchar a Jesús; y para seguirlo desde allí en el servicio abnegado a quienes más sufren.

La memoria de la historia debe agudizar nuestra percepción de lo que hemos sido y de lo que nos falta por hacer hoy y mañana. Para cumplir lo que falta, nos será necesaria mucha creatividad, imaginación, lucidez, generosidad y entrega. Y en todo, un gran espíritu de cuerpo, porque –como decía san Pablo en la lectura de ayer domingo– “los que comemos de un mismo pan debemos formar todos un solo cuerpo”.

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